Una cadena humana de Ciudad Real al Sahara

La cadena humana formada para trasladar paquetes e introducirlos en un enorme camión es solo la mitad de una gran cadena de solidaridad que une Ciudad Real con el Sahara. Un proyecto humanitario realizado por la Asociación de Ayuda al Pueblo Saharaui Madraza, que entre las asociaciones de la provincia, Almodóvar, Puertollano, Alcázar, Herencia y Valdepeñas, junto a Ciudad Real este jueves ponían rumbo al Sahara entre 12.000 y 15.000 kilos de alimentos, de productos sanitarios, ropa,…. Un convoy que llegará a su destino en el desierto dentro de un mes. 
Así, esta cadena solidaria, al menos en la capital, comenzó hace varias semanas cuando integrantes de la Asociación Madraza se enteraron que “iban a llevar una campaña de alimentos”. Lo explica Miguel de Juan, uno de sus integrantes, estudiante en la Facultad de Educación en Ciudad Real y que desde su viaje al desierto para hacer las prácticas colabora con Madraza. Para esa campaña de alimentos acudieron a varios supermercados de la capital donde ataviados con trajes típicos fueron pidiendo a los clientes colaboración. “Salían de comprar y nos donaban un kilo de arroz, de pasta, alimentos no perecederos”, que aguanten el largo viejo, mientras los perecederos que se donaban, sobre todos productos de desayuno, se enviaban al Banco de Alimentos de Ciudad Real. 
Kilo a kilo de arroz, de lentejas, de aceite,… los paquetes fueron sumando hasta los 5.000 kilos que Ciudad Real aporta al convoy con camino al Sahara. El resto lo ponen las más de 200 personas que forman este movimiento en la provincia, entre ‘familias’ de los saharauis que llegan en las Vacaciones en Paz, saharauis de Ciudad Real y colaboradores con esta federación. Todo ellos fueron llevando los alimentos a un almacén ubicado en los servicios de la Diputación. 
De este primer paso de la cadena se llega al segundo, con una docena de jóvenes que quedaron a las nueve de la mañana dispuestos a durante cinco horas formar una cadena humana para llenar con cajas de entre 8 y 15 kilos un camión de alimentos. Primero del almacén subterráneo al camión después de las furgonetas que traían alimentos de otros puntos ya en tierra. “Si hubiera solo dos personas habrían estado tres o cuatro días para cargar el camión”, explicaba el presidente de la Federación saharaui, Silvestre del Río, el trabajo lo hicieron en unas seis horas. 
Caja a caja el camión se va cargando mientras se dejan fuera aquellas cosas que no son urgentes. Capachos de bebés, cajas de ropa,… se apilan en un lateral a la espera de saber si podrán irse en el camión porque “lo principal son los alimentos, que coman y luego si los niños tiene que dormir un cuco o es necesario enviar ropa se llevará en furgonetas”, comentaba Del Río. 
Cuando se carga el camión se ha llegado a la mitad de la cadena, de este viaje solidario al Sahara. El vehículo se monta en una góndola, forma arte de la donación, en este caso, de la Diputación. “Es un vehículo dado de baja y que aquí no puede circular, pero en el desierto puede tener 15 o 20 años más de vida”. Así, una góndola recoge el vehículo y se lo lleva a Alicante, donde embarca con dirección a Argelia y de allí son los propios saharauis los que inician la segunda parte de la cadena, la que dura otro mes.
Papeles para que el camión pase la frontera, conducir a los territorios e iniciar un reparto en función del número de integrantes de cada familia. por este motivo, siempre hay un camión que se suma a los alimentos porque el alquiler de un contenedor puede suponer “4.000 o 5.000 euros”, el mismo precio de un camión que aquí estaría casi para el desguace y que allí sirve para el traslado por la zona.
¿Llega tanto el desierto como para que una docena de estudiantes se dediquen a alimentar a los saharauis? “Llega mucho más que eso, todos hemos hechos prácticas allí, y en mayor o menor medida sí que nos ha cambiado la vida, la vemos con otros ojos y sabemos la cruda realidad que hay en el Mundo”, comentaba Miguel de Juan. Al final esta cadena solidario se ve más como una acción “que no solo es voluntaria sino una obligación” con quienes por el silencio internacional se han visto obligados a vivir lejos de su territorio.

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