Historia del Sáhara Occidental y la cuestión de su soberanía, por Iris Pugnaire Sáez

Historia e Islam en el Sáhara
Durante los primeros años del primer milenio, la creciente desertización y la falta de formas de comunicación llevaron al Sáhara a un gran aislamiento. No fue hasta el siglo III d.n.e. cuando se introdujo en estas tierras el dromedario, lo que permitió abandonar los asentamientos fijos e ir en busca de mejores pastos, dando inicio a una vida nómada, especialmente al sur del río Draa. También permitió a esta zona convertirse en parte de una de las rutas de comercio más importantes del mundo entre el norte del continente y África occidental.
Conforme el Islam iba abriéndose paso entre las sociedades de las tierras vecinas, el Sáhara Occidental mantuvo sus propias creencias durante cuatro siglos, hasta que irrumpió con fuerza entre las tribus del Magreb.
Para comprender la islamización del Sáhara, debemos realizar una breve reseña sobre la sociedad tribal que estaba por aquel entonces asentada en toda la zona. En el Magreb existían diversas tribus, agrupadas en unas pocas confederaciones. Éstas eran las Sanhaya (o Sinhaya), la Zanata y la Masmuda. Se trataban de agrupaciones bereberes que a partir del año 1000 a.n.e. migraron hacia el este de África –probablemente desde el norte y centro del continente– y expulsaron a la población negra que habitaba la zona.
Un asceta que había estudiado siete años en al Ándalus intentó en los años treinta del siglo XI reformar el islamismo de los Sanhaya para hacerlo más riguroso. Los habitantes acabaron expulsándolo y éste se refugió en una isla del Atlántico, frente a la costa Sanhaya. Allí habitó en un convento-fortaleza (“ribat”) y adoctrinó a algunos discípulos que pasaron a conocerse como al-Murabitum (almorávides), cuyas raíces se sitúan en la tribu Lamtuna (eran ganaderos del Sáhara occidental). Acabaron formando una sociedad religiosa y militar, basándose en una interpretación rigurosa del Corán y resucitando la Guerra Santa contra el infiel.
Los descendientes de los almorávides y el resto de tribus del Sáhara lucharán por el poder, destacando así la guerra de Chaad Bubba llevada a cabo en el siglo XVII. Los sucesores de los almorávides acabarán siendo derrotados, mientras que las tribus guerreras se establecerán en las mejores zonas de pastos. Al mismo tiempo, nómadas de la península Arábiga se fueron instalando en el desierto, lo que propició la solidificación de la religión islámica.
Presencia europea y oposición al control extranjero
No fue hasta el siglo XV cuando los europeos comenzaron a establecer emplazamientos, primero en la costa atlántica para controlar posibles peligros para las islas Canarias, y cambiando el panorama del norte del continente para siempre. Españoles y portugueses acabaron por dividirse el territorio en el Tratado de Cintra, 1509, pero dicho territorio quedará abandonado por éstos hasta el siglo XIX, momento en el que una expedición española acude a Marruecos y envía al Sáhara su primera guarnición. El territorio ocupado por España quedó reducido a la mitad después de la firma del Tratado de París en 1920, y las tribus saharauis firman también un “sometimiento amistoso” por el que el territorio acabará siendo conocido como “Sáhara Español”. Pero este hecho contará con la oposición del Movimiento Nacional de Liberación Saharui.
Este movimiento, fundado por Mohamed Sibi Brahim Basir a finales de la década de 1960, pretendía conseguir mediante la lucha la independencia de las colonias españolas. Las primeras sublevaciones tuvieron lugar en Río de Oro, contra los puestos de la Legión Española que se pretendían implantar. Poco después, de este movimiento de liberación nacerá el conocido como Frente Polisario (acrónimo de Frente Popular de Liberación de Saguía el Hamra y Río de Oro).
Continuando con la tendencia de descolonización ya iniciada en el resto del continente, y bajo la presión de Naciones Unidas, España promete en 1974 que al año siguiente permitirá a los saharuis realizar un referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental. Ante tal declaración, Marruecos, que no estaba dispuesto a minar sus pretensiones territoriales, envió a 350.000 ciudadanos y a 25.000 al Sáhara Occidental para que lo conquistaran, en la llamada “Marcha Verde”.
Ante dichas pretensiones, España decidió no sólo incumplir su promesa de conceder un referéndum de soberanía a los saharauis, sino que, por el contrario, pactó la entrega del territorio a Marruecos y a Mauritania en el llamado Acuerdo tripartito de Madrid. La legalidad de estos acuerdos ha sido cuestionada y rechazada por gran parte de la comunidad internacional, ya que los saharauis no estaban representados en dichos acuerdos y, pusieron de manifiesto la traición perpetrada por el gobierno español.
Aunque Mauritania renunció a ocupar su parte cuatro años después, Marruecos no ha seguidos sus pasos. Los miembros del Frente Polisario, que crearon la autodenominada República Árabe Saharui Democrática, han protagonizado años de continuo enfrentamiento con Marruecos. Tras los ataques perpetrados por Marruecos, decenas de miles de saharauis se vieron obligados a huir hacia Argelia, donde construyeron campos de refugiados, la mayoría en Tinduf, cuya presencia alcanza hasta nuestros días.
Cuando en 1991 Marruecos y el Frente Polisario firman un alto el fuego bajo auspicios de la ONU, Marruecos había conseguido controlar ya un 80% del territorio del Sáhara occidental para cuya defensa construyó un conjunto de muros de más de 1.700 km de longitud.
Aunque este alto el fuego iba acompañado de un censo previsto por la ONU, cuando éste se realizó finalmente (8 años más tarde), Marruecos se negó a aceptarlo.
En enero de 2003 el Mediador de Naciones Unidas para el conflicto, James Baker, presentó un plan para dar solución al problema: que el territorio saharaui se convierta en una autonomía marroquí durante, al menos, cuatro años, momento en el que se celebrarán elecciones autonómicas. Pero, aunque la propuesta fue completamente apoyada por la ONU, no convenció a ninguna de las dos partes.
Los conflictos han continuado ante la pasividad de la comunidad internacional y, especialmente, de España, fuerte aliada de Rabat. Por su parte, el apoyo de Argelia –y en ocasiones anteriores de Libia– a la sociedad saharaui se puede explicar desde el punto de vista de la geoestrategia: los intereses de Argelia, enfrentada con Marruecos (de hecho, con sus fronteras cerradas), se oponen a la expansión territorial de Marruecos, que encontraría en la conquista del Sáhara una forma de aumentar su influencia en la región del norte del continente.
Para finalizar, la ONU no ha reconocido la soberanía de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) hasta el momento, y tampoco ha sido reconocida la soberanía de Marruecos sobre el territorio que ha ocupado; sin embargo, más de 80 países han reconocido al gobierno de la RASD.
Los campamentos saharauis
Hoy, son 200.000 los saharauis que viven en los campamentos de refugiados, después de más de cuatro décadas desde el comienzo del conflicto por la autodeterminación saharaui. Existen cuatro distritos en la parte occidental del desierto de Argelia donde se han establecido los campamentos de refugiados: El Aaiún, Esmara, Dajla y Auserd. Cada campo está dividido en 6 o 7 pueblos (cada uno con una escuela primaria), y cada pueblo se compone de varios barrios. Las mujeres tienen en este espacio un gran protagonismo, ya que la mayoría de los hombres se encuentran luchando en el ejército.
La vida puede llegar a ser realmente difícil en estas zonas. La temperatura en verano puede alcanzar los 50 grados, y en invierno el frío es extremo. Al principio, la mortalidad era muy alta, especialmente entre los niños, aunque se han realizado avances significativos en cuanto a la higiene y la alimentación, y también el proceso de alfabetización ha registrado resultados exitosos. El Ministerio de Salud saharaui favorece la salud tanto de las personas como de los animales y, aunque no se han propagado epidemias serias en los últimos años, la malnutrición, la presión arterial y otros factores perjudiciales son demasiado comunes entre los refugiados, aspectos que no permitirán a este pueblo resistir indefinidamente en tales condiciones.

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