Si en lugar de Marruecos hubiese sido el Frente POLISARIO el que le pone la proa al enviado especial de la ONU, el embajador de EEUU, Christopher Ross, la que se hubiese armao. La diplomacia del sultán Mohamed VI, con el apoyo de Francia, seguro que ya estaría bien movilizada para que la comunidad internacional crucificase al movimiento de liberación saharaui incluyéndolo en la lista de desobedientes y susceptibles de intervención internacional, junto al sirio Bachar el Asad.
En cambio, por ahora, ni en Naciones Unidas ni en Washington nadie ha reaccionado a una salida de pata de banco injustificable ya que la labor pacificadora de Christopher Ross en la antigua provincia española acababa de recibir el “enérgico apoyo” del Consejo de Seguridad de la ONU en el texto de la resolución 2044 (2012) que el pasado 24 de abril zanjó la prórroga de la Misión de Naciones Unidas del Referéndum del Sáhara Occidental (MINURSO). Como mucho, ha habido algún comunicado de apoyo al embajador Ross, pero nada que ver con esas apasionadas y contundentes advertencias con las que se recuerda a la comunidad internacional que no se debe tolerar que en Siria se salten a la torera el plan de paz de Naciones Unidas.
Es verdad que en el Sáhara Occidental no hay bombardeos ni reacción armada de los oprimidos. Pero, como se advirtió a los miembros del Consejo de Seguridad en una publicación del entorno onusiano, tras lo ocurrido en Malí con la revuelta en tuareg, no se debería seguir tentando la suerte a base de agotar la paciencia de los saharauis: la proliferación de armas que se ha producido en la región, como consecuencia de los cambios de regímenes en los países vecinos, especialmente en Libia, bien podría ser utilizada “para explotar el inevitable sentimiento de frustración sentido por los saharauis que vive en los campos de refugiados”.
El silencio ante el nuevo desafío marroquí a la ONU no son precisamente la medicina que precisa curar el descontento saharaui ante la pasividad con que la comunidad internacional lleva más de veinte años haciendo la vista gorda a los incumplimientos marroquíes. ¿No acababa de decir el Enviado Personal del Secretario General de la ONU para el Sáhara Occidental, Sr. Hany Abdel-Aziz, que la MINUSO iba a « acelerar la aplicación de las resoluciones del Consejo que prevé la libre determinación del pueblo saharaui »?
Pues no lo parece. Por el contrario, el intento de Marruecos por eliminar de escena al embajador Christopher Ross, asestan una cornada a esa resolución 2044 recién aprobada por el Consejo de Seguridad, tan aparatosa como las que se han visto en esta feria de San Isidro. Por ejemplo, desobedece a esos varios puntos en los que se llama a los representantes marroquíes y saharauis a la cooperación con las Naciones Unidas para acabar con el estancamiento que impide una solucón pacífica al conflicto.
Desautorizando a Ross, Marruecos también va en sentido contrario a los llamamientos con el que este texto pide a las partes el “respeto de los acuerdos tomados” hasta ahora en el marco de la mediación onusiana o les “exhorta” a que continúen las negociaciones bajo los auspicios del Secretario General, « sin condiciones previas y de buena fe ». Para qué hablar del ninguneo a ese otro punto que solicita a los dos bandos a alentar la « voluntad política » y trabajar « en una atmósfera propicia para el diálogo”…
Qué oportunidad tan jugosa tendría ahora el también embajador estadounidense John Bolton de demostrar las tesis con las que tan duramente criticó el funcionamiento de la ONU y que le valieron ser denostado como un peligroso “facha” cuando el anterior presidente Bush le situó al frente de la misión norteamericana ante la ONU. Al parecer, algo tuvo que ver en su mala opinión lo que aprendió sobre el funcionamiento onusiano en la cuestión del Sáhara Occidental. En cualquier caso, si no es una muestra de ineficacia e, incluso de corrupción (por lo menos moral) que un Estado que viola el derecho internacional pueda ocupar un asiento en la ONU en el propio Consejo de Seguridad, que venga Dios y lo vea.
Fuente: arenas movedizas – Ana Camacho
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