Javier Rupérez, embajador español, acaba de publicar un artículo sobre el Sahara Occidental. Un artículo con errores y tergiversaciones gravísimo no sólo en sí mismas, sino por estar dichas por quien, como Embajador, debería saber esas cosas. Y es que, con Javier Ruipérez ocurre lo mismo que con Máximo Cajal, otro embajador español que también escribe sobre el Sahara Occidental para apoyar la posición marroquí. Y lo que ocurre es que, más que apoyar a Marruecos, dejan en ridículo a la profesión diplomática española. Y es que un diplomático que quiera escribir sobre esto, lo primero que debe hacer, es saber de lo que habla.
I. JAVIER RUPÉREZ, UN DIPLOMÁTICO DEMOCRISTIANO QUE APOYA AL SULTÁN QUE EXPULSA A LOS CRISTIANOS
El viernes 26 de marzo, Javier Rupérez publicó en el ABC un artículo titulado « Autonomía para el Sahara ».
Podríamos preguntarnos por qué escribe este artículo.
El propio autor dice que porque ya escribió antes, el 13 de junio de 1996 un artículo en el que sostenía posiciones parecidas.
256.2 Puede ser. Pero también resulta curioso que Javier Rupérez, democristiano próximo o militante del PP, sostenga ideas muy parecidas a las de otro individuo, Gustavo de Arístegui que, como él, es diplomático, es del PP y es democristiano, lo cual no le impide apoyar al sultán marroquí que expulsa y persigue a cristianos y donde el propio Arzobispo de Tánger reconoce que no hay libertad de conciencia.
II. LOS ERRORES DEL DIPLOMÁTICO RUPÉREZ SOBRE EL ASUNTO DEL SAHARA
Sin embargo, lo más preocupante es otra cosa. Lo más preocupante, a mi juicio, es que un embajador pueda cometer graves errores, omitir o ignorar datos esenciales… en algo que es su propio oficio. Veamos.
1º. Dice Rupérez:
“Más de treinta años lleva el tema del Sahara Occidental en las Naciones Unidas sin que, tras varios frustrados planes de entendimiento y otros tantos representantes especiales del Secretario General, la solución haya avanzado hacia su fase definitiva.”
Claro, claro que se han nombrado diversos « representantes especiales » del Secretario General; pero lo que Rupérez debiera saber es que el « Representante especial » no es el cargo responsable de la búsqueda de una solución por la sencilla razón de que el « representante especial » es el jefe, digámoslo así, administrativo de la Misión de las Naciones Unidas para el Referéndum en el Sahara Occidental (MINURSO).
Rupérez, si quiere publicar un artículo sobre el Sahara Occidental, debiera saber que el cargo responsable de buscar una solución es el « Enviado Personal del Secretario General ».
2º. Dice Rupérez:
“La reclamación por el Polisario del censo español de 1975 (…).”
Me avergüenza tener que reconocer a un embajador, ¡a un embajador español!, que el censo que hizo España, que hizo cuando él ya había aprobado la oposición de ingreso a la carrera diplomática, no es de « 1975 ». Es de 1974.
Y la cuestión es importante porque España, el Estado cuyos intereses y prestigio debe defender el diplomático Rupérez, hizo ese censo para organizar un referéndum de autodeterminación que se hubiera celebrado ya si la Asamblea General de la ONU no hubiera solicitado a España que lo suspendiera.
Rupérez, como diplomático de España, debiera preocuparse por conseguir que España pueda cumplir su compromiso, solemnemente asumido ante la comunidad internacional, de conseguir que el pueblo del Sahara Occidental se pronuncie libremente sobre su destino.
III. LO QUE EL DIPLOMÁTICO RUPÉREZ PARECE IGNORAR SOBRE EL ASUNTO DEL SAHARA
El diplomático Rupérez da a entender que el referéndum de autodeterminación QUE EXIGE LA LEGALIDAD INTERNACIONAL, es, « imposible ». Lo argumenta así:
“La reclamación por el Polisario del censo español de 1975 -cuando el territorio contaba apenas con setenta mil habitantes- ha sido sistemáticamente opuesta por Marruecos, moderadamente convencido de que sólo una consulta extendida a los actuales habitantes del lugar podría deparar satisfacción a sus intereses. En el momento de la verdad las contrapuestas exigencias han desembocado en una imposibilidad: no hay manera de celebrar un referéndum.”
Llama la atención que el diplomático Rupérez ignore que el censo no es ningún problema. Da igual que los saharauis reclamaran el censo de « 1975 » (de 1974, en realidad) y da igual que los marroquíes quieran incluir allí « a los actuales habitantes del lugar ». Y da igual por una sencilla razón: porque el censo ya está hecho. Lo ha hecho la MINURSO después de remontar los más inimaginables obstáculos. El censo con el que debe procederse al referéndum no es ni el censo español, ni el censo del Polisario ni el de Marruecos: es el censo de la ONU. Un censo que la ONU concluyó el 30 de diciembre de 1999. Me da un poco de vergüenza recordar esto a un embajador:
“La MINURSO concluyó el 30 de diciembre de l999, según lo previsto, la identificación de los solicitantes individuales (…) Por consiguiente, el número de solicitantes entrevistados desde que comenzó el proceso de identificación en 1994 asciende a un total de 198.469. (…) el número de solicitantes que tienen derecho a votar asciende a un total de 86.386”.
IV. LA INACEPTABLE TERGIVERSACIÓN DE LOS HECHOS DEL DIPLOMÁTICO RUPÉREZ
El diplomático Rupérez debiera omitir la tentación de tergiversar los hechos sobre los que escribe.
Rupérez dice:
“En 1996 yo me preguntaba: “¿Son los habitantes de los campos de Tinduf actores independientes de su propia historia o más bien rehenes y víctimas de la obcecación de unos pocos?. ¿Hasta cuándo los sufrimientos, la marginación, el sombrío utillaje de los desheredados de la Tierra?”.
La respuesta a la pregunta de Rupérez, sin embargo, es muy fácil.
Si de verdad se quiere evitar que « unos pocos » puedan tomar como « rehenes » a los saharauis, la solución es tan simple como dejar que TODOS participen en la determinación de su destino y que eso se resuelva por MAYORÍA.
O sea, que SI DE VERDAD el diplomático Rupérez estuviera tan preocupado por esa mayoría estaría defendiendo el derecho de esa gente a votar en un referéndum.
V. LA ESCASA COHERENCIA DEL DIPLOMÁTICO RUPÉREZ EN EL ASUNTO DEL SAHARA
A un diplomático conviene exigirle, además de un mínimo conocimiento de los datos BÁSICOS del asunto sobre el que se pronuncia… que al menos defienda con coherencia su posición. No parece ser el caso del diplomático Rupérez, quien
– al principio, dice:
“En el momento de la verdad las contrapuestas exigencias han desembocado en una imposibilidad: no hay manera de celebrar un referéndum.”
– para decir después:
“La cuestión del Sahara debe ser objeto de un acuerdo negociado entre Marruecos y el Polisario,… El referéndum debería situarse en el punto que le pertenece: no el de la descripción iniciática de la realidad, sino el de la sanción de un acuerdo previo.”
Veremos cómo el diplomático Rupérez nos explica cómo va a hacerse un referéndum para « la sanción de un acuerdo previo »… si resulta que « no hay manera de celebrar un referéndum ».
VI. RUPÉREZ SE SUMA A MÁXIMO CAJAL: HABLAN DE LO QUE NO SABEN
256.3
El caso de Rupérez no es, lamentablemente, único.
Poco antes, Máximo Cajal insistía en ideas parecidas en El País de 11 de enero de 2010.
Allí el diplomático Cajal nos sorprendió ya no sólo con la ignorancia de los datos sino con una curiosa aportación lingüística cuando dijo:
“¿De cuántos ciudadanos se nutrirá esta nueva república, siendo así que no hay acuerdo sobre el censo de población una vez actualizada la cifra inicial de setenta y tantos mil a finales de los años 70 del siglo pasado?”
Y es que, ya lo he dicho, el censo no lo hacen las partes, le corresponde a la ONU y lo terminó el 30 de diciembre de 1999.
Por lo demás, no deja de ser llamativo que para Máximo Cajal « 1974 » sea una fecha que está « a finales de los años 70 ».
Pero el diplomático Cajal fue más allá al decir:
“la población que por allí transitaba, en un nomadeo secular, nunca fue un « pueblo ». (…) Fuimos los españoles los que construimos una identidad artificial.”
Llama la atención que el diplomático Cajal ignore que las resoluciones de la ONU, más de 30 años después del abandono español, se refieren al « PUEBLO DEL SAHARA OCCIDENTAL ».
Y llama la atención que el diplomático Cajal ignore que ese pueblo es muy real y tiene nombres y apellidos: los de los saharauis que están reconocidos por la ONU en el censo para el Sahara Occidental.
VII. DIPLOMACIA ESPAÑOLA: QUO VADIS?
Javier Rupérez, Máximo Cajal, Gustavo de Arístegui son miembros del servicio diplomático español.
Son individuos seleccionados y pagados con el dinero de los contribuyentes españoles para defender los intereses de España y su prestigio internacional. Y para ello deben estudiar bien los asuntos que nos afectan y defender las soluciones que mejor convienen a España.
Resulta preocupante que los diplomáticos que tienen que defender a España estén defendiendo las posiciones del único Estado que ahora se propone quitar a España parte de su territorio.
¿Adónde va la diplomacia española?, ¿a quién sirve?
Blog de Iñaki Anasagasti, 4/08/2010
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