Sí es cierto que Javier Bardem ha logrado volver a poner de relieve el olvido de un conflicto movido por intereses, por unos recursos naturales codiciados, que hasta el momento ha provocado una situación de inestabilidad que afecta a todo el Magreb. Pero lo que está claro es que el litigio no se resolverá, ni mucho menos, con manifestaciones como la de Bardem porque la llave sigue estando en manos de los líderes políticos mundiales que mantienen una postura neutral, a favor de las tesis marroquís o del Polisario dependiendo de la conveniencia o de los intereses.
Lo que quiero decir es que ni los partidarios ni opositores de las reivindicaciones saharauis se están dando cuenta de las consecuencias tan gravosas del aletargado conflicto que, además de seguir derramando sangre, ha provocado perjuicios irreparables entre saharauis y marroquís, que pueblan un mismo territorio. Ahora son los jóvenes marroquís los que actúan –sospechosamente de forma unilateral– contra sus vecinos saharauis o compañeros de colegio. Esto, habría que decirle al señor Bardem, es también digno de ser denunciado ante la ONU. Que mientras ambos bandos negocian en las Naciones Unidas una falsa salida, los civiles marroquís y saharauis siguen siendo víctimas de una cuestión sin visos de solución porque ya no hay voluntad política para que se resuelva.
Pasarán otros 30 años y el saldo de heridos y muertos entre ciudadanos marroquís y saharauis continuará incrementándose y las violaciones de los derechos humanos seguirán cometiéndose al tiempo del “bla bla bla” de “buscar una solución que satisfaga a las dos partes”. Como esa solución no llega, al menos, que la comunidad internacional haga algo para evitar nuevos estallidos de violencia y sus cascos azules amplíen competencias para situaciones que atañen a los derechos humanos. Y mientras esa solución no llega, al menos mantener a la población del Sáhara en una situación de dignidad, que sus condiciones de vida mejoren y sus condiciones de trabajo también. No se puede permitir que en el siglo XXI el drama de un histórico problema de descolonización afecte al desarrollo de los países y a la evolución humana. Hay que buscar soluciones, lejos de las armas, y hay que encontrarlas en la diplomacia, en el intercambio de intereses, le diría al señor Bardem. ¿O es que usted piensa que el conflicto del Sáhara no afecta también a la sociedad civil marroquí? Si Marruecos, en vez de destinar esas desorbitadas cantidades de dinero a los cuerpos y fuerzas de seguridad desplegadas a lo largo de los miles de kilómetros del Sáhara, los dedicara a paliar las necesidades sociales de este país, otro gallo cantaría.
Por Beatriz Mesa Garcia ,– 5 octubre, 2011
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