Ante las catástrofes que acaban de azotarles, ni Marruecos ni Libia parecen capaces de afrontar la situación por sí solos. Pero, si Libia abre sus brazos a la ayuda internacional, Marruecos se comporta como un niño mimado que multiplica las alardes y las mistificaciones.
El rey algún día responderá de esta falta de ayuda a una población moribunda. En cuanto a quienes, en las pantallas francesas, justifican lo injustificable, que se tranquilicen: seguirán disfrutando de las dulzuras de Marrakech, tan cerca y tan lejos del “Marruecos inútil”.
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