Marta Fernández / Burgos
Vacaciones en paz se plantea todos los veranos como un proyecto que da la posibilidad a familias burgalesas de acoger a niños de los campamentos de refugiados saharauis. Para Carmen Valcárcel o Javier Castro esta iniciativa les ha hecho percibir el mundo de otra manera ya que gracias a Zaina y Hamdi han podido experimentar cómo se concibe la vida y los valores en el pueblo saharaui. Zaina vive en la familia de Carmen en la ciudad y Hamdi en Melgar con Javier.
Javier comenta que sentía mucho interés por el colectivo y la curiosidad que le producían las experiencias de otras familias con niños saharauis le empujó a dar el paso. Esto, sumado al hecho de no ser padre y siendo consciente de las condiciones del pueblo saharaui, le animó a ofrecer su casa y medios a uno de ellos. Con cierto miedo al principio pero con decisión, Hamdi tiene 12 años y llegó a casa de Javier hace ya tres veranos. Javier comenta que la asociación le puso todo muy fácil a la hora de tramitar el viaje de Hamdi y se siente totalmente agradecido a la asociación que organiza este proyecto. Javier sentencia que él es el único que se encarga de los cuidados del pequeño, pero todo el pueblo al final ha acabdo volcándose con el pequeño: «Se pegan por estar con él, todo el mundo le busca planes», afirma. El plan por excelencia de Javier y Hamdi es la piscina los días que hace bueno. La rutina en Melgar se ciñe a pasar tiempo con sus amigos, pasear en bici e ir a la piscina mientras que los fines de semana Javier intenta que el pequeño experimente alguna otra actividad más excepcional. Javier afirma que este año le ha llevado a montar en avioneta, en quad y pasear a caballo. De la montaña a la playa, Hamid tuvo la oportunidad de ver la nieve en Alto Campoo y también pisar la arena en estancias en campings de la costa.
Por otro lado, Carmen comparte su casa y su vida con Zaina de 10 años. Ambas son novatas en esta experiencia. Pese a esto Carmen afirma que salvo problemas relacionados con las diferencias culturales, intenta que Zaina viva y comparta su día a día en Burgos. «Intento dosificar las actividades que hacemos para que cada verano descubra cosas nuevas». Carmen tiene dos hijos de 10 y 15 años, quienes tampoco le han puesto ningún inconveniente a la hora de compartir su entorno con la saharui. «Quería que mis hijos fueran conscientes de cómo viven y a qué dificultades se tienen que enfrentar cada día», relata. Comenta que al principio su hija de 10 años tenia celos hacía Zaina pero son dificultades mínimas que se suplen con que a día de hoy están deseando pasar tiempo juntas.
Antonio Ibáñez, presidente de la asociación Amigos del pueblo Saharaui, declara que, la norma por excelencia a la hora de tratar con los niños saharauis es simplemente tratarles exactamente igual que a tus propios hijos, las mismas ventajas y los mismos inconvenientes. Carmen comenta que ya se ha llevado un par de sustos con Zaina en la calle, ya que como afirma María Ángeles Herrero, coordinadora de Vacaciones en Paz, el comportamiento en la calle hace que las familias deban informar sobre normas del tipo, mirar antes de cruzar la calle, esperar a que se ponga el semáforo en verde o pasar con cuidado, etc.
Zaina no ha tenido ningún problema a la hora de integrarse en la familia de Carmen y los lazos entre la pequeña y los miembros de la familia se han ido creando casi de inmediato. «Zaina nos hace a mí y a mis amigas talleres de cómo ponerse el pañuelo, aunque ninguna aprendemos, hay mil maneras», comenta Carmen entre risas.
Hamdi casi a la perfección y Zaina poco a poco, ya que es su primer año, se manejan con el idioma y a la hora de comunicarse apenas tienen dificultad. En la escuela durante el año aprenden español, y esto, sumado al contacto por teléfono con la familia española cuando vuelven a los campamentos, hace que el idioma no se plantee como un problema. En centros públicos y el Ayuntamiento pueden acceder a conexión a Internet y cobertura por lo que Javier comenta que mantiene contacto por teléfono, mientras que Carmen además del contacto telefónico dispone de mensajería instantánea a través de la que envían fotografías de sus actividades cada día a una de las hermanas de Zaina.
La comida es otra de las diferencias que separan la cultura occidental de los pequeños saharauis. Carmen y Javier explican que a los pequeños siempre les ha dado miedo probar diferentes alimentos que a primera vista no les han llamado la atención, pero sí que es verdad que cada vez son más atrevidos a explorar el mundo de la gastronomía española. Aun así, los saharuis se quedan con algunos de los alimentos que aquí resultan ser más básicos de lo que podríamos creer. A Zaina le encanta el chocolate y este verano Hamid no para de pedir las lentejas con curry que le prepara Javier. «No nos damos cuenta de que comemos tanto cerdo hasta que uno de los miembros de la familia no lo come», alega Carmen, quien cocina teniendo en cuenta la cultura musulmana y siempre respetando su tradición. No obstante, Javier habla de que el evadirse tanto de su ambiente, les hace olvidarse de su tradición, «los primeros días constantemente me preguntaba la hora y un lugar donde poder rezar». Este aspecto se plantea secundario cuando a la misma hora de rezar toca ir a la piscina.
Dos viajes al año, uno en diciembre y otro en Semana Santa, se organizan para que las familias puedan visitar a su niño de acogida y a la familia con la que conviven alrededor de una semana. María Ángeles, que ya ha vivido la experiencia, afirma que es increíble la manera en que se comporta la gente con los españoles, «son hospitalarios, agradecidos, atentos, se desviven contigo, y se pasan el día dándote las gracias por lo que haces por sus hijos», declara la coordinadora de la asociación.
Carmen se plantea ir al desierto en 2015 ya que el hijo de su pareja toca en un grupo de rap con un chico saharaui y quieren hacer un festival de música en el Sáhara. Además, el contacto con la familia de Zaina les animan a visitarles, no obstante, es un opción que tiene que madurar ya que le da un poco de miedo viajar con sus hijos.
«Intento no pensar en el momento de la despedida». Para Javier ese momento no se plantea del todo como una despedida ya que el contacto permanecerá en el tiempo y las perspectivas de futuro le plantean la posibilidad de visitarle a él y su familia en los campamentos de refugiados. Además, Javier ha acordado con Hamid que si estudia mucho y aprende idiomas habrá sin duda una puerta abierta a que venga en otras condiciones y cuando cumpla la mayoría de edad.
Su libertad está limitada, y los niños, pese a ser pequeños, lo saben por lo que las familias además de acoger a un niño saharaui y mostrarle la cultura y los beneficios de la cultura occidental a nivel individual, aprovechan también para realizar actividades a modo de reivindicación, quedadas con otros niños y familias del programa vacaciones en paz o visitas al Ministerio o la Diputación.
Como consecuencia de que cada vez son menos las familias que acogen a niños saharauis en sus casa durante el verano, se retrasa la edad de llegada, siendo antes 8 años con los que venían a España y ahora 10. Los niños también son conscientes de la situación de crisis que sufre España. De todas formas, Carmen y Javier califican esta experiencia como una de las que más les ha aportado en su vida y crecer y enriquecerse como personas, por lo que no dudan en recomendar la experiencia a cualquier familia que pueda permitírselo y afirman que en el futuro repetirán la convivencia con otro pequeño saharaui.
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