Hoy se cumplen 35 años de la firma del acuerdo por el que España le entregaba el Sáhara a Marruecos. Un libro desvela cómo la CIA estuvo detrás de la Marcha Verde y Kissinger apoyó a Hassan II ocultándoselo a Don Juan Carlos
Kissinger movió las piezas según los intereses norteamericanos.
Había que APUNTALAR a Hassan
2/ CRÓNICA / Nº 787 EL MUNDO / DOMINGO / 14 / NOVIEMBRE / 2010
JESÚSPALACIOS
La crisis desatada en el vera- no de 1975 por el monarca alauí Hasán II en el Sáhara occidental forzaría una vez más a lPríncipe Juan Carlos a acudir solicitando el auxilio de Kissinger [el secretario de Estado pensaba del entonces Príncipe que era un hombre «agradable» pero «ingenuo»]. Pero en esta ocasión los intereses entre uno y otro iban a estar cruzados y no serían coincidentes. Hacía muchos años que el sueño imperial de Hasán de forjar el Gran Magreb marroquí pasaba por la anexión del territorio saharahui de Saguia el Hamra y Río de Oro. España,que le había otorgado la categoría de provincia al territorio y dado la ciudadanía espa- ñola a los saharauis, era la potencia administradora por mandato de la ONU, y se había comprometido a realizar un referéndum de autodeterminación auspiciado por Naciones Unidas. A mediados de octubre de 1975 la Corte Internacional de Justicia de La Haya sentenció que Marruecos carecía de título de legitimidad alguno sobre el territorio y la población saharaui. Hasán reaccionó entonces con el anuncio de una gran marcha —la Marcha Verde— con el objetivo de ocupar «pacíficamente» el Sáhara. El monarca, que atravesaba una grave crisis interna, creía que si no se hacía con el Sáhara podría ser derrocado.Y se echó en los brazos norteamericanos. Sus padrinos y protectores y su gran aliado, además de Francia. Kissinger acudiría solícito ens u socorro. Informó al presidente Gerald Ford de que el fallo de La Ha- ya era favorable a Marruecos, lo que en absoluto era cierto. Pero EEUU no podía permitir que su aliado magrebí se viera en peligro, y mucho menos que un Sáhara independiente cayera bajo la in- fluencia del régimen prosoviético de la Argelia de Bumedian. La administración USA dispuso de in- mediato el envío a Marruecos de apoyologístico, suministros y armamento, entanto que la CIA se encargó del plan operativo.
EL CEREBRO AMERICANO
La idea de una ocupación manu militari, camuflada dentro de una gran marcha civil y pacífica, fue de la CIA. Suyo fue el nombre de la operación —MarchaBlanca—,que Hasán cambiaría por el de Marcha Verde. A Marruecos sed esplazó Vernon Walters, subdirector ya de la CIA, para coordinar y dirigir la operación. Walters había acumulado una notable experiencia en América Latina derribando gobiernos y colocando dictadores títeres sumisos a los intereses norteame- ricanos. Y prestó todo su esfuerzo para que Hasán, al que conocía muy bien desde 1942, se saliera con la suya.
No cabe duda de que con un Franco en otras condiciones físicas, Hasán nunca se hubiera atre- vido a dar ese paso,puesto que ya en 1974, aprovechando el episodio de la tromboflebitis, Franco frenó un primer intento de ocupación marroquí del Sáhara. Pero el Caudillo entró a mediados de octubre en su fase biológica terminal, lo que en esa ocasión sí aprovecharía el astuto rey marroquí para lanzarse definitivamente a la conquista del Sáhara. Aquel monarca podía ser cruel y déspota. Y lo era. Como también inteligente. Y sabía muy bien lo que quería. Por el contrario, el Gobierno español, débil y pusilánime, además de confundido, estaba dividido entre quienes eran partida- rios de resistir y hacer frente a la invasión de Marruecos con las armas en la mano (Cortina Mauri, Exteriores), y entre quienes querían salir corriendo del territorio lo antes posible (Arias Navarro, el jefe de un gabinete asustadizo y aturdido).
Además, sobre alguno de los ministros, caso de Solís Ruiz (Movimiento), recaían algo más que sospechas de ser un colaborador de Hasán y de llevar sus inversiones en España. Otros, como Carro Martínez (Presidencia), al que sus malvados adversarios le llamaban el Hombre de Cromañón por sus espaldas visiblemente combadas, llegó a hacer ante Hasán la más indigna bajada de pantalones que se recuerde en un servidor público: dejarse someter al escribir al dictado de Hasán una carta por la que el Gobierno español mendigaba que parase la Marcha Verde aceptando todas las exigencias marroquíes.
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