El islam político en Túnez. ¿Y en Marruecos?

 Por Beatriz Mesa
El posible efecto dominó de las elecciones tunecinas en Marruecos acapara la actualidad del país magrebí. En Túnez, la victoria en los primeros comicios libres para elegir una Asamblea Constituyente ha recaído en manos de los islamistas moderados encarnados en el partido de En Nahda (Renacimiento).
Estos esperados resultados responden a la necesidad del pueblo tunecino de recompensar a los islamistas por el sufrimiento al que han sido sometidos durante los 55 años de dictaduras. Esta formación ha sido cruelmente perseguida y sus miembros, torturados y encarcelados.

Cierto es que En Nahda no ha escenificado en sus inicios la hermanita de la Caridad, entre otras cosas porque este movimiento islamista cometió actividades subversivas, algunas de las cuales llegaron a ser calificadas de actos terroristas. Con el paso del tiempo, el movimiento, abocado al exilio por su oposición al tirano Ben Alí, adoptó un discurso muy moderado hasta el punto de que ha logrado vencer con un arrollador resultado nueve meses después de su retorno a las tierras de las que fue expulsado.

Los tunecinos han elegido democráticamente a favor del islam político. Quieren así darle una oportunidad a esta formación que ya ganó unas elecciones en los años 90 pero automáticamente fueron amañadas por el puño de hierro de Ben Alí al ver amenazada toda su riqueza saqueada a su gente. Los tunecinos, asimismo, pretenden mostrar su rechazo al complot que partidos políticos cercanos al depuesto dictador ha seguido organizando contra el sector religioso del país y, según cuentan en la esfera islamista tunecina, es el momento de demostrar la compatibilidad entre la democracia y la religión. En Nahda ha defendido los derechos humanos, los derechos de la mujer en el trabajo, en la educación y en el resto de los campos de la sociedad. Lejos de sus oraciones diarias se encuentra la persecución de aquellos desviados por el consumo del alcohol o de aquellas que dejan suelta la melena… Esta es la visión del presidente del partido En Nahda, Rachid Ghanuchi, que desde el exterior se ve con aperturismo e imprime las necesidades tanto del sector secular como religioso.

Sobre todo resulta bastante tranquilizador que Ghanuchi haya repetido que el modelo turco es un referente político y se desmarca radicalmente de Jomeini. Túnez ha visto nacer la primavera árabe y muestra que los islamistas moderados pueden ganar unas elecciones, sin causar una crisis por el momento. ¿Será duradero? ¿Habrá un conflicto dentro del mismo partido entre los reformistas y los puristas? ¿Ganará el ala reformista del partido? ¿Cómo van a ejercer su poder? Todas estas preguntas se podrán responder dentro de un año, pero lo que ya sí podemos contestar es que el resultado tunecino tiene efectos claros en Marruecos, país donde la religión, el islam, juega un rol preponderante y en el que los islamistas moderados del PJD parece que podrían ganar las próximas elecciones siempre y cuando se respete el voto ciudadano. Precisamente, Marruecos difícilmente puede presumir de llevar a cabo elecciones libres porque con cierta regularidad hubo una mano negra dispuesta a manipular el destino del pueblo, pero después del proceso de reformas que ha emprendido y las oleadas de declaraciones partidarias a hacer de este país un modelo económico, social y político no solo para los vecinos sino para Occidente, podría ganarse la confianza de todos permitiendo que, esta vez sí, los designios de Marruecos sean escritos por su gente y no por los poderes públicos. De todas formas, por qué sentir miedo hacia la victoria del PJD si este partido como el resto siempre va a responder a los intereses del Reino. Como decían los miembros de la formación islamista: “Si ganamos las elecciones sin llegar a formar una mayoría, volveremos la llave al Gobierno del Rey”. 

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