Ocurrió en el Parlamento Europeo, en la sesión plenaria de Estrasburgo, en el mes de junio. La primavera europea se resuelve en días locos en los que alternan la claridad del cielo con las nubes pesadas que son por lo común portadoras de agua.
El miércoles 14 tendría lugar la reunión mixta entre las delegaciones del Parlamento Europeo y el de Marruecos, un encuentro en el que los pares parlamentarios de una y otra cámara, informan acerca de lo que en el argot de estas reuniones se denomina binomios. Y los hay para los diversos asuntos que las representaciones de ambas delegaciones consideran oportuno establecer. En este caso los hay que se refieren al desarrollo económico, la inmigración y otros aspectos, como el de los derechos humanos y la igualdad.
Este último aspecto, el de la igualdad y los derechos humanos, era el que yo había elegido dentro de mis preferencias. Soy consciente de que la situación al respecto en el régimen alauita deja bastante que desear por lo general; y en particular, me consta que el tratamiento recibido por la población saharaui en los territorios ocupados por Marruecos se agrava de manera cualitativa, en lo que supone una suerte de doble opresión: la que sufren el conjunto de los súbditos marroquíes y la específica a la que como pueblo se ven sometidos, porque no se les reconoce su derecho a la autodeterminación y además se les persigue por el solo hecho de reclamarlo. Y como resulta que soy vicepresidente de la Delegación del Magreb, no tuve impedimento para obtener esta responsabilidad en el binomio.
El miércoles anterior tuve la oportunidad de conocer a mi par marroquí en la materia. Se trata de una diputada de nombre Rachida Tahri, con la que tomaba un café en el bar de diputados del Parlamento en Bruselas. Le expuse mi preocupación ante el borrador de Código Penal marroquí que está circulando por ese país y por Europa y le hice ver que esa materia contendría buena parte de mis reflexiones en el comentario del binomio correspondiente. La señora Tahri me escucharía con atención y no pondría más reservas al respecto que la ya sabida de que el texto en cuestión es sólo un papel a discutir; por otra parte, me aseguró que ella compartía mi sensibilidad al respecto.
Al informe de que ya he dado cuenta en estas Crónicas le añadí un comentario respecto de la situación de los saharauis en los territorios ocupados —también evocada en otro de mis artículos—, de modo que ambas cuestiones serían el objeto de mi disertación en la reunión mixta que celebraríamos en Estrasburgo.
Atrapada por algún inconveniente en el transporte a Estrasburgo, la señora Tahri no pudo encontrarse en la sala, de modo que el informante principal en ese binomio seria yo mismo.
He de decir que todas las reflexiones anteriores discurrieron en un clima de manifiesta paz. Hasta que me correspondió tomar la palabra, momento en el que hice la exposición que ya ha formado parte de mis comentarios en este medio. Algunos murmullos de evidente desaprobación acompañarían a mis palabras. Concluida mi intervención, el presidente —el miembro del Partido Demócrata italiano, Antonio Panzeri— daba la palabra a una diputada marroquí que se encontraba sentada justo a mi izquierda.
Se refirió esta diputada a mis comentarios sobre el Sahara ocupado, negando la evidencia de este aserto. Y como yo me había referido a los 21 saharauis que sufren de largas condenas de cárcel por su presunta participación en los sucesos de Gdeim Izik, valorados por un tribunal militar y sus confesiones obtenidas presumiblemente por medio de la tortura, la diputada afirmaría que está probado que esos saharauis degollaron a policías marroquíes y que yo estaba orinando sobre esos cadáveres —cita textual. Concluida su intervención, esta señora abandonaría la sala para no regresar.
Preferí utilizar un tono tranquilo en mi réplica —era ella quien había mostrado un enfado monumental—, dije que ninguno de los términos utilizados por mi persona en la presentación de mi ponencia resultaba incontestable desde el punto de vista del Derecho Internacional y que yo jamás me atrevería a realizar tal tipo de práctica sobre cuerpos humanos sin vida. Alegué para ello mi condición de víctima del terrorismo y mi repudio más firme a la violencia. La diputada socialista portuguesa, Ana Gomes, se unió a mis reflexiones.
Sin embargo, concluido el debate, el máximo responsable del Parlamento marroquí leería las conclusiones de la jornada, todas ellas complacientes con su país, y sin tener en absoluto en cuenta el serio debate que habíamos tenido en materia de derechos humanos. Tuve que pedir de nuevo la palabra para manifestar que yo no podría suscribir en absoluto el texto de lo que pretendía constituirse en comunicado conjunto de prensa. Un oportuno quiebro dePanzeri, reenviando la cuestión a posteriores encuentros despejaría la cuestión.
Creo que la exigencia debe mantenerse con ese país en materia tan sensible como esta y que los representantes públicos marroquíes deben percibir que las actuaciones más inconfesables por parte de sus autoridades gubernativas no nos pasarán desapercibidas. Llueva o ilumine el sol más radiante en la primavera europea.
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