Conflictos armados entre familias

Las frecuentes disputas entre vecinos, que a veces llegan al uso de armas de fuego y la quema de tiendas de campaña, se han convertido en un fenómeno generalizado, afectando prácticamente a todos los estados y distritos, aumentando la violencia cada vez más.

Esto es el resultado natural de un estado de frustración y desesperación que domina el estado de ánimo general, y la ira resultante, debido al deterioro de la situación política y económica. Hay un estancamiento en el horizonte político y la ausencia de cualquier indicio de una solución cercana, así como la incapacidad de lograr cualquier victoria militar que eleve los ánimos. Al mismo tiempo, hemos perdido los campos y se nos han negado las tierras liberadas que solían ser un escape para muchas familias, ofreciendo refugio contra las opresivas medidas de restricción y licencia. Además, para algunos, estas tierras también eran fuentes de ingresos.

Por otro lado, la dificultad económica creciente, agravada por la política adoptada por el gobierno que ha contribuido a empeorarla al restringir las pocas oportunidades disponibles, como el comercio de alimentos y combustibles que solían ser transportados de los campamentos a la ciudad de Zouérat, Mauritania, y era prácticamente la única actividad económica que sustentaba a muchas familias saharauis en los campamentos.

Sin embargo, las continuas medidas restrictivas impuestas por las autoridades saharauis desde los días del COVID-19, junto con su monopolio de las licencias que permiten el comercio de combustibles, la única fuente de ingresos para muchos jóvenes y sus familias, llevaron este monopolio a que sus ingresos se concentraran en los bolsillos de unos pocos influyentes y cercanos a la dirección del movimiento, que se enriquecieron a expensas del empobrecimiento generalizado de la población. Con el anuncio del retorno a la guerra, el control del monopolio se fortaleció, exacerbando la ya precaria situación.

Otro factor que contribuyó a la propagación de este fenómeno es la situación de inseguridad y el descuido en los campamentos, que resultaron en la proliferación de armas y el aprovechamiento de los traficantes de drogas, acompañados de medidas de seguridad que dificultaron la vida de los ciudadanos, como el toque de queda dentro y entre los estados y en Tinduf.

Estos factores combinados de frustración y desesperación ante la falta de perspectivas políticas y la opresión económica que afecta a la mayoría de los ciudadanos, junto con las medidas de seguridad que dificultan la vida, han creado un estado psicológico colectivo cargado de ira en la mayoría de los ciudadanos, explotando en cualquier roce, incluso por razones triviales.

Es seguro que este fenómeno empeorará mientras quienes son responsables de esta realidad sigan controlando la gestión de los asuntos públicos. Por Mohamed Lhacen.


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