Se llama Francine Beauplet. Tiene 87 años y vive en la ciudad francesa de Burdeos. Viuda de un conocido activista en el ámbito asociativo. Gran simpatizante de la causa saharaui. Recibe con frecuencia la visita de jóvenes saharauis que admiran su gran obra caritativa y su abnegación en la defensa de las nobles causas.
El es Antonio Tiemblo Vadillo, 50 años, ciudadano franco-español. Sus padres proceden de la Sierra de Gredos, en Avila. Emigraron en 1958 huyendo de la dictadura de Franco. Acude todos los días a la casa de Francine para compartir con ella una charla alrededor de un café o un té saharaui. Su tiempo libre lo dedica a la pintura.
Al entrar en la casa de Antonio, lo primero que veo es un diploma colgado en el salón de estar que la Liga Internacional contra el Racismo y el Antisemitismo le otorgó como recompensa por un cuadro que representaba las cuatro razas del mundo.
Al lado, otro cuadro con dos palmas. Una de esas palmas es la palma de Ali, un jóven que formaba parte de los saharauis que pasaron por Burdeos para solicitar el asilo.
Al otro lado, una obra que representa el éxodo saharaui de 1975 a raíz de la invasión de su país por Marruecos. En la pintura, huellas de pies descalzos en las arenas del Sáhara.
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