Marruecos es una sanguinaria dictadura que diariamente viola los derechos humanos tanto en su territorio como en el Sáhara Occidental.
Lo odiamos porque, con su invasión del territorio saharaui, abortó nuestro sueño de independencia, encarceló a nuestros padres, madres, hermanos y hermanas y además en las condiciones más crueles e infrahumanas que el ser humano pueda imaginarse; porque mató en la guerra a nuestros seres más queridos; porque nos impuso el éxodo en la Hamada, uno de los trozos de desierto más inhóspitos de la tierra; porque saquea nuestras riquezas manteniéndonos unas condiciones de vida precarias.
Nunca hemos apoyado a nuestro enemigo porque, primero es nuestro enemigo, y segundo, porque, a nuestro parecer, Marruecos nunca ha hecho nada bueno. Los actos malvados, por el contrario, abundan en su acción diaria.
Sin embargo, Marruecos ha hecho algo que hoy ningún saharaui condenaría. Diríamos, incluso, que en el fondo de la subconsciencia de cada saharaui, hay un claro apoyo a ese gesto de Rabat que consiste en mandar a sus secuaces marítimos para atacar a los barcos de pesca españoles. Se trata de una demostración de la mala voluntad de Marruecos en su relación con España.
Todos los gobiernos de España acaban creyendo las promesas del rey alauita y de sus súbditos del gobierno. Lo que está sucediendo a los pesqueros, Rajoy lo tiene bien merecido.
Lo que está pasando, hoy, en altamar, corrobora lo que se ha dicho en múltiples ocasiones en este blog. Marruecos, acorralado por la ONU en la cuestión del Sáhara Occidental y después de haber perdido el apoyo de Francia, mira hacia la parte más débil del Grupo de Amigos del Sáhara, España, para forzarla a defender sus tesis anexionistas. Para ello, no tiene argumentos jurídicos ni políticos. El único arma a su disposición es el chantaje con las cartas que tiene en mano: emigración, pesca, drogas.
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