José Naranjo
Mauritania acaba de celebrar unas importantes elecciones legislativas y municipales. Con dos años de retraso sobre el calendario establecido y divididas en dos rondas, el 23 de noviembre y el 21 de diciembre, los comicios se han saldado con una amplia victoria del partido del actual presidente Mohamed Ould Abdelaziz y con un notable ascenso del partido islamista Tawasoul. Sin embargo, esta interpretación a vista de pájaro es demasiado simple para una realidad compleja como la mauritana. La constatación de numerosas irregularidades durante las votaciones, sumado al hecho clave del boicot de la mayor parte de la oposición a dichos comicios y su decisión de no presentarse a los mismos, que ha dejado fuera de juego a una buena parte de la clase política, hacen pensar que se avecinan curvas y turbulencias, máxime teniendo en cuenta que en 2014 deben celebrarse elecciones presidenciales.
El nuevo Parlamento nacido de estas elecciones cuenta con 147 escaños, 52 más que el Parlamento anterior. De esos 147 asientos, nada menos que 74 han ido a parar a Unión por la República (UPR), el partido del presidente Abdelaziz. A ellos hay que sumar los 34 diputados obtenidos por una docena de pequeños partidos satélite de la UPR, lo que eleva hasta los 108 escaños (73%) la actual mayoría parlamentaria. En los bancos de la oposición domina ahora la presencia de 16 diputados del partido islamista Tawasoul, que mejora notablemente sus resultados anteriores, seguido de 10 escaños de el-Wiam, partido que reúne a altos responsables del régimen del ex presidente Taya (1984-2005), 7 de la Alianza Popular Progresista (APP) encabezada por el ex presidente del Parlamento, Messaoud Ould Boulkheir, y 4 para la Alianza por la Justicia y la Democracia/Movimiento por la Renovación (AJD/MR) del periodista Ibrahima Sarr.
Mohamed Ould Abdelaziz, presidente del país. Foto: AFP
Las elecciones municipales, que se han celebrado de manera simultánea, arrojan resultados similares. La UPR ha obtenido 149 ayuntamientos de los 218 que tiene el país, mientras que Tawasoul tendrá 18 alcaldes. Sin embargo, más allá de la constatación de una victoria bastante previsible, es más noticia los que se quedan fuera del Parlamento que los que entran. Meses antes de las elecciones, once partidos de la oposición reunidos en torno a la Coordinación de Oposición Democrática (COD) decidieron no concurrir a esta cita con las urnas alegando falta de transparencia en la confección del censo electoral, así como posibles intentos de fraude. De ellos el único que se desmarcó de la posición de boicot fue Tawasoul, que es lo que le ha permitido cuatriplicar sus resultados anteriores y situarse como principal partido de la oposición parlamentaria, aprovechando el vacío dejado por los demás.
El líder de Tawasoul, un partido considerado próximo a los Hermanos Musulmanes de Egipto, es Jemil Mansour. Su comentado éxito es en realidad una victoria pírrica y, según muchos analistas, no debe hacer pensar en una basculación repentina de la sociedad mauritana hacia el islamismo político. En primer lugar, por el hecho ya comentado de que se ha beneficiado de la ausencia de otros, pero también porque fue de los pocos partidos que realmente gastó una suma significativa de dinero durante la campaña (muchos votos fueron en realidad “comprados”) y, en tercer lugar, porque algunos de sus nuevos diputados ni siquiera se consideran islamistas. En muchos pueblos si el candidato de la UPR era de una tribu, el de la tribu rival se adhería a Tewassoul para tratar de disputarle el poder, pero ni por convicción ni por ideas políticas.
Entre los diez partidos que han quedado fuera del Parlamento destaca la presencia de la Agrupación de Fuerzas Democráticas (RFD) de Ahmed Ould Daddah, ex jefe de la oposición, eterno aspirante a presidente y pariente del que fuera primer jefe de Estado del país, Moktar Ould Daddah. Igualmente, queda excluido del juego parlamentario la Unión de Fuerzas Progresistas (UFP) de Mohamed Ould Mouloud, auténtico referente de la izquierda mauritana y uno de los líderes más sólidos del país. Así, con las fuerzas de progreso y los liberales marginalizados, todo apunta a que darán la batalla en la calle, como se ha visto antes de los comicios. Sin embargo, hay quien apunta incluso que existe un serio peligro de tentativas de golpe de estado, tanto por el enorme malestar que ha dejado esta cita con las urnas como por la proximidad de las elecciones presidenciales, a celebrar en 2014, a las que espera concurrir Mohamed Ould Abdelaziz con la intención de repetir en el cargo.
Otro elemento que puede hacer subir la tensión es la enorme cantidad de defectos detectados en el proceso electoral. Con una participación, según la Comisión Electoral, que ha rondado el 70% en las dos vueltas a partir de un censo inicial de1.200.000 electores, lo cierto es que muchos mauritanos se han quedado sin poder votar. Además, según ha llegado a admitir la Delegación de la Unión Europea, la calma general en la que se ha desarrollado todo no puede ocultar las “numerosas irregularidades e insuficiencias” de unas elecciones en las que “hubiera sido deseable una mayor participación de la clase política mauritana” en clara alusión a la exclusión de los principales partidos de la oposición.
En representación de la Coordinadora de la Oposición Democrática, Daddah no ha podido ser más claro al asegurar que el “el país se hunde más en la crisis” con estas elecciones, a las que definió como “mascarada electoral nula y sin ningún efecto”. Por todo ello, los líderes de la oposición reclaman la celebración de unos nuevos comicios sobre bases de consenso “que permitan salvaguardar la unidad del país y su cohesión social”. Asimismo, Daddah ha pedido que no se produzcaninguna intervención exterior porque los mauritanos deben ser capaces de resolver esta crisis. Francia, la ex potencia colonial, a través de un portavoz del Ministerio de Exteriores, ha saludado el buen desarrollo de las elecciones y se ha mostrado esperanzada de que la puesta en marcha del nuevo Parlamento marque “una nueva etapa en el proceso de democratización en curso”.
El general Mohamed Ould Abdelaziz llegó al poder en Mauritania tras dar un golpe de estado el 6 de agosto de 2008, el undécimo que sufría el país desde su independencia en 1960, derrocando al presidente electo Sidi Ould Cheick Abdallahi. En abril de 2009, Abdelaziz renunciaba a su cargo al frente del Alto Consejo de Estado nombrado por los militares para presentarse a las elecciones de julio de ese año, en las que ganó en la primera vuelta convirtiéndose en nuevo presidente del país. Su postura intransigente con el terrorismo yihadista le ha valido las simpatías de Occidente. El pasado año 2012 sufrió graves heridas al ser tiroteado por un soldado cuando no detuvo su vehículo en un control militar, un confuso incidente que le llevó hasta un hospital francés durante meses hasta que volvió a Nuackhot, aclamado por la multitud, hace ahora algo más de un año.
El Pais, 03/01/2014
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