Imagen de Rabuni |
Malos días para la cooperación española. Si hace apenas una semana nos sobresaltaba el secuestro de dos cooperantes en Kenia, el domingo no trajo mejores noticias. Tres personas (dos españolas y una italiana) eran secuestradas en los campamentos saharauis de Tindouf, al sur de Argelia y en plena capital administrativa del Sáhara Occidental, Rabuni.
Rápidamente, los más agoreros y tremendistas pidieron la repatriación de todos los españoles que están realizando algún tipo de actividad de cooperación allí, alegando que el Frente Polisario no era capaz de mantener la seguridad de estas personas desplazadas, igual que no habían sido capaz de defender a Enric Gonyalons y a Ainhoa Fernández de Rincón.
Nada más lejos de la realidad. Me consta, porque he estado y porque conozco a mucha gente en Tindouf, que el Frente Polisario es capaz de proteger a todos los cooperantes que pueda haber allí. En España, Italia o incluso Estados Unidos se producen diariamente secuestros y no por ello dudamos de su capacitación para defender a sus ciudadanos.
La sociedad saharaui se vuelca siempre con esas personas que se afanan por ayudarles y nunca jamás ponen en riesgo su integridad. Para ellos, su prioridad es ocuparse de que no les pase nada a esas personas que les visitan ocasionalmente o que realizan cualquier tipo de actividad más duradera en el tiempo. El mejor ejemplo es la escasez de casos como este en los más de 35 años que llevan morando en pleno desierto.
No sólo eso, hasta el momento el Frente Polisario ha hecho una labor importantísima para Europa sirviendo como muro a estas organizaciones terroristas islámicas, que por desgracia cada vez abundan más en África.
Lo más interesante de esta cuestión es preguntarse quién sale ganando y quién sale perdiendo con este secuestro. El principal derrotado en esta batalla es el Polisario: pierde credibilidad y arroja dudas sobre su capacidad para autogestionarse y mantener la seguridad en un hipotético y todavía lejano estado independiente. Imagino al Gobierno de Marruecos con una sonrisa irónica ante este problema, ya que todo lo que perjudique a los saharauis, les beneficia a ellos.
La vuelta de todos los cooperantes sería un golpe tan duro como inmerecido para los más de 100.000 saharauis, que pagarían que Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), presunta culpable del delito, se haya metido hasta la cocina y haya perpetrado el secuestro de Marc y Ana en las mismas narices del Polisario.
Por desgracia, la solución no se presenta fácil. Tanto fuentes diplomáticas como fuentes saharauis creen que han sido transportados hacia Malí, siendo ya prácticamente imposible que los saharauis puedan intentar el rescate. Lo más probable es que el Gobierno español tenga que pagar a estas organizaciones terroristas para que pongan en libertad a los presos.
Este acontecimiento ha sido un hecho aislado, la labor que hacen los cooperantes en Tindouf es muy necesaria e imprescindible. Repatriarles sería un golpe tan duro para el Polisario que pondría en tela de juicio todos los avances que han hecho los saharauis en los últimos años. No debemos desentendernos de ellos sino ofrecerles nuestra mano y conseguir que, con nuestra ayuda, sigan mejorando su situación, que no olvidemos sigue siendo insostenible.
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