Luis de Carlos Calderón. Llegó el momento de abandonar el Sahara. Los militares de entonces, más fieles al mando que a un sistema político, miraban a su general en jefe morir sin poder dar una salida justa a los españoles nativos o residentes en el Sahara. Su sucesor, basándose en la disciplina militar, dio las injustas órdenes consabidas de abandono de la provincia española. Salían de una tierra amada entre lágrimas, rabia contenida, desilusión, confusión, unos por ver al pueblo que dejaban atrás sin protección, otros veían a los que les escupían; unos a los fieles, otros a los que les asediaban con armas; unos a los que firmaban un pacto con ellos, otros a los que se vendían a Marruecos. A partir de aquel momento, muchos militares quisieron reflejar, en sus escritos, los sentimientos que se apoderaron de sus almas en los días tristes del abandono y los que han ido aflorando, en el transcurso de los años, contemplando el lamentable presente de esta siempre hermosa tierra africana. Una experiencia que embarga su ánimo y que bascula entre la impotencia y una sensación de incumplimiento de unos compromisos con un territorio en el que habían vivido años felices, con los compatriotas nacidos en aquellos lares, pues todos afirman que disfrutaron de la amistad del noble pueblo saharaui.
Los hubo que se comprometieron de por vida con los saharauis como el coronel José R. Diego Aguirre, que fuera el responsable de los Servicios de Inteligencia españoles en la provincia y que escribiera una historia del Sahara Español; sería nombrado ciudadano de honor de la RASD. Otros se dedicaron a denunciar el entramado de intereses y componendas que llevaron, según unos al abandono y, según otros, a la traición. Así, el general Fernando de Sandoval y Coig que, después de años destinado en el territorio, sería hasta 1973 Secretario General del Gobierno del Sahara y cuyo libro “Sahara: abandono o traición” sería presentado por el teniente general Fernando de Santiago y Díaz de Mendívil. En la misma línea, se situaron capítulos de libros del general Rafael Casas de la Vega y del coronel Carlos de Meer o los artículos, en prensa canaria y peninsular, del coronel Luis Tapia Aguirrebengoa que fuera comandante de la 10ª Bandera del 4º Tercio y tcol. en Smara. Los hay que, posteriormente, se han hecho presentes en los medios audiovisuales como los coroneles José M. Manrique García, Amadeo Martínez Inglés, Javier Perote Pellón, y el comandante Manuel Díaz López.
Con inmenso cariño hacia aquellas tierras y sus habitantes, y con emocionado recuerdo a la vida militar y a la labor realizada por España, exponen sus vivencias el coronel José Falcó Rotger, los Generales de División Miguel Simón Contreras y Mariano Fernández – Aceytuno y Gavarrón, el coronel Jerónimo García – Ceballos, y el capitán Francisco J. González del Piñal. Algunos quisieron detallar el desarrollo del conflicto y sus posibles soluciones como el tcol. Ignacio Fuente Cobo. El general de la Guardia Civil José E. Alonso del Barrio se remonta, en su obra, a acontecimientos en los años cincuenta y sesenta. Unas letras del teniente general Gerardo Mariñas Romero, expresan un sentimiento común: “La Legión (…) estaba deseando batirse con las fuerzas marroquíes (…). Durante la « marcha verde » la pasividad del Polisario fue absoluta y en vez de cooperar con nuestro Ejército que trata de impedir la invasión de SU país, se refugian sus guerrillas en las zonas de Hausa, Farsia y Mahbes, pero eso sí, alentados por los argelinos (…). Después de más de once años de lucha contra las FARs. marroquíes, los hombres del Polisario siguen combatiendo por SU Patria. En el campo político mantienen sus esperanzas” (El Sahara. “Ejercito” Nº 577).
Muchos dejo en el tintero. No se caracteriza el militar español por ser besa – babuchas del Sultán marroquí. pocos los hubo en el momento histórico de su abandono y, otros pocos, heredan hoy su actitud. No voy a mezclar sus nombres con los anteriores pues desmerecen. Visitan Rabat para rendir pleitesía a las autoridades que mantienen una injusta invasión antes de retornar, por unos días, al Sahara en el que estuvieron destinados. Una injusticia no se compensa con otra injusticia. Así, siendo cierto que, en medio de la confusión, algunos saharauis fueran injustos con el ejército español y con lo que representaban, sintiéndose estos militares expulsados, lo encomiable sería que la reacción sea en justicia, según el criterio cristiano, y no de venganza. “Se lo merecen” resumiría su pensamiento. En este contexto, es en el que esta minoría de jefes militares retirados felicita al absolutismo del Majzen, alabando los progresos del Sahara “marroquí”. ¿Qué les hace felices de la situación que vive el pueblo saharaui? ¿Tal vez que se les obligue a hablar en francés y no en español como su otro idioma, a escribir Laayoune y no Aaiún? ¿Acaso la destrucción del fuerte de Villa Cisneros y otras edificaciones españolas? ¿El robo de los fosfatos o la explotación ilegítima del banco pesquero? ¿Las violaciones de los derechos humanos? No sumaré los incumplimientos para con España de lo firmado, en su momento, por el gobierno marroquí. Venir a estas alturas de la historia a afirmar, con cinismo, que las tropas marroquíes no dispararon un tiro contra los españoles, no es de recibo o es que ¿estaban de acuerdo con la “marcha verde”? No sabemos lo que hay detrás de estas posturas guiadas por la venganza pero, en cualquier caso, no se concilia con el espíritu tradicional de los soldados españoles. No es de extrañar que lleguen a ser denominados, por las autoridades alauitas, “marroquíes de corazón”.
Puedo entender el desasosiego que produce el que se comparen injustamente la actuación española y la marroquí, usando términos como ocupación, yugo, opresión aplicándose indistintamente a España y a Marruecos. Que décadas de buena convivencia sean resumidas por contados representantes del Polisario por unos puntuales, desgraciados y lamentados por todos, hechos en 1970, lleva a engaño. Pero a mí nunca se me ocurriría por ello aplaudir al Majzen ni mucho menos su invasión del Sahara.
En definitiva, hay militares que, con esfuerzo y no por turismo, viajan a Tinduf y son recibidos con banderas españolas; los hay que, con desagrado, por la invasión marroquí, recorren los lugares de sus pasados destinos en el Sahara ocupado; y los hay que son recibidos por las autoridades marroquíes y son premiados por su comprensión con la violación de los DDHH contra los que tuvieron su DNI español. Tal vez, a unos y a otros, les viene bien recordar el denominado incidente de Tichla, ejemplo de lealtad y de grandeza militar de un sargento saharaui, que resumo: El Comandante del Grupo Nómada de Villa Cisneros y Delegado del Gobierno, Troncoso, en un vuelo de reconocimiento, observó que sobre el puesto de Tichla, aún ondeaba la bandera española. Ordenó al piloto aterrizar. Al acercarse Troncoso al puesto, se encontró al Sargento Brahim uld Burhui, con sus 10 askaris formados y dando novedades. Troncoso les metió prisa, tenían un momento para recoger el equipo y subir al Junkers, no los quería abandonar. El Sargento Brahim lo comunicó a sus soldados, pero le hizo saber al Comandante que no se podían ir de esa manera:
-¡Cómo que no!, hay que irse ahora, Brahim, me la estoy jugando para poder evacuarte.
-Hay que arriar antes la bandera, mi Comandante, como es debido. ¿Da su permiso para disparar una descarga de fusilaría?, no tengo corneta.
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