Secretos que no serán develados

La muerte, que algunos esperaban, implica que se evitará un largo y complejo proceso que hubiese dividido a Libia y avergonzado a los gobiernos y compañías petroleras occidentales.

Los dimes y diretes sobre su captura desataron celebraciones en todo el país y ayudaron a bajar los precios del crudo.

Atrapado con vida, seguramente habría generado un amargo debate sobre si debía ser juzgado en el país o extraditado a la Corte Penal Internacional, que hace unos meses emitió una orden de arresto en contra suyo.
Un juicio hubiese dado al excéntrico y peculiar coronel un podio desde donde atacar tanto a los nuevos líderes como al mundo occidental, revelando secretos que quisieran olvidar.

Desde que Libia salió de su aislamiento internacional en la última década, muchas firmas petroleras firmaron acuerdos multimillonarios.

Pero lo peor para el gobierno interino y la OTAN podría haber sido que Gadafi siguiera prófugo, quizá desapareciendo en el Sahara para formar nuevas milicias y desestabilizar. También podría haber usado la oportunidad para abrir viejas heridas políticas y generar el mayor daño posible.

Con el cuchillo entre los dientes, la prensa mundial buscaría cualquier detalle jugoso acerca de cómo las grandes potencias –que ahora le dieron la espalda– cortejaron a Gadafi, ayudándolo a depositar su fortuna y a reconstruir su industria del llamado oro negro.

Con Osama Bin Laden muerto y los líderes talibanes y de Al Qaeda cada vez más perseguidos, algunos temen que los asesinatos o muertes « accidentales » de enemigos –en lugar de complejos juicios o confinamientos en lugares como Bahía Guantánamo– se erigieron en una opción demasiado atractiva.
Marcelo Michalijos/ »La Nueva Provincia »

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