El principal interés de Gran Bretaña y Francia se concentró en los territorios del norte de África. Aunque nominalmente, desde Egipto a Túnez eran provincias del imperio otomano, la debilidad de Estambul posibilitó a los gobernantes locales ganar una creciente autonomía. Los grupos económicos y los gobiernos europeos vieron en esta zona amplias posibilidades para encarar actividades lucrativas: préstamos a los gobiernos, construcción de ferrocarriles e inversión en la explotación de productos locales. Egipto, por ejemplo se convirtió en un abastecedor clave de algodón para la industria textil inglesa. Además, los capitales encontraron en los gobiernos de estos países, actores interesados en atraerlos para llevar a cabo la modernización que les posibilitaría cortar sus lazos con el imperio otomano….
La penetración europea fue motorizada por Francia con el desembarco en la costa argelina en 1830. La ocupación efectiva del territorio sólo pudo concretarse en la década siguiente luego de derrotar la resistencia que le opusieran los agricultores del norte y las tribus del desierto. La influencia francesa se extendió a Egipto donde apoyó la construcción del canal de Suez inaugurado en 1869. Inmediatamente Gran Bretaña decidió controlar esta vía de comunicación decisiva para preservar sus intereses imperiales en la India. Primero compró acciones de la compañía del canal y finalmente, al producirse el levantamiento de 1881 rechazando la presencia extranjera, el gobierno británico, en forma unilateral, ocupó militarmente el país. Egipto siguió siendo formalmente una provincia del Imperio Otomano, pero de hecho, en lugar de semi-independiente bajo el poder turco, pasó a ser semi-independiente bajo la dominación británica. Aunque se mantuvo en su cargo al jedive, el poder real quedó en manos del gobernador británico Lord Cromer
Francia, excluida de Egipto, avanzó decididamente sobre Túnez y con mayores dificultades sobre Marruecos donde debió enfrentar la resistencia de Alemania en dos ocasiones, en 1905 y en 1911. Al mismo tiempo, intentó llegar a las fuentes del Nilo avanzando desde Senegal. En Fashoda (1898) las fuerzas francesas fueron detenidas por los británicos que bajaban desde Egipto hacia Sudán para controlar el movimiento musulmán dirigido por el Mahdi Finalmente Gran Bretaña y Francia pusieron fin a su rivalidad en África: la primera reconoció el predominio francés en la costa del Mediterráneo, excepto Egipto, y Francia aceptó que el valle del Nilo quedara en manos de los ingleses. La delimitación de las soberanías en el ámbito colonial permitió avanzar en la formación de la triple Entente.
La subordinación de Túnez y Marruecos siguió el mismo camino que la de Egipto.
Entre 1881 y 1912, todos los territorios de la costa mediterránea de África fueron ocupados por un país europeo. La última anexión fue la de las provincias otomanas de Cirenaica y Tripolitania (Libia) concretada por Italia en 1912 con la anuencia de Francia que así se aseguró el control de Marruecos. En la cruenta y costosa guerra con el sultán, los italianos fueron favorecidos por el levantamiento en los Balcanes que dispersó el esfuerzo de las tropas otomanas.
En un segundo plano, Portugal y España básicamente retuvieron las posesiones del período previo. La primera se mantuvo en las islas de Cabo Verde y Príncipe y en las costas de Angola y Mozambique. En estos territorios debió enfrentar una dura resistencia de las poblaciones locales antes de avanzar hacia el interior y en virtud de la oposición británica no logró enlazarlos. En 1879 incorporó la colonia de Guinea Bisseau. Por su parte España consolidó la colonia de Guinea Española (Guinea Ecuatorial) y sobre la base de Ceuta y Melilla, enclaves conquistados en las guerras de la Reconquista libradas contra los árabes, recibió de Francia en 1912, la región del Rif, al norte de Marruecos y la de Ifni al sur, junto al Sahara. La ciudad de Tánger fue declarada puerto libre internacional. Después de la conferencia de Berlín incorporó el Sahara Español.
Las pretensiones del rey belga Leopoldo II sobre el Congo y el ingreso tardío de Alemania al reparto colonial llevaron a la convocatoria de la conferencia en Berlín que habría de aprobar los criterios para legitimar la apropiación del territorio africano. En 1884, el canciller alemán Otto von Bismarck, invitó a catorce potencias a reunirse para discutir sus reclamos en torno al continente africano. Durante la Conferencia de Berlín, las principales metrópolis, Alemania, Francia, Inglaterra y Portugal, optaron por evitar la existencia de fronteras comunes entre sus nuevos dominios y reconocieron la potestad de Leopoldo sobre vastos territorios de África Central. El reclamo del rey belga ofreció una salida a las ambiciones encontradas de las mencionadas potencias por controlar las importantes vías de comunicación fluvial de la zona.
En su afán de ingresar al reparto colonial, el rey belga no dudó en prometer que su tutela sobre el Congo pondría fin a la explotación de seres humanos brutalmente reducidos a la esclavitud. En combinación con las empresas instaladas en la región recurrió al soborno, al secuestro y al asesinato en masa para someter a la población local a la inhumana tarea de recoger el caucho. En virtud de las denuncias de este sistema, el parlamento belga retiró sus derechos al rey en 1908 y la colonia quedó bajo el control del cuerpo legislativo que mantuvo el régimen de concesiones a las compañías privadas.
Un año después, del encuentro en Berlín, Alemania y Gran Bretaña deslindaron sus posesiones en la zona centro oriental. Esta región no ofrecía demasiados alicientes, pero el tardío avance alemán a través de la Compañía Alemana del África Oriental, incitó a los Londres a ganar posiciones. Los gobiernos de ambos países acordaron que en el sur, Tanganica (parte de la actual Tanzania), Ruanda y Burundi, constituirían el África oriental alemana, mientras que el norte, Zanzíbar (parte de la actual Tanzania), Kenia y Uganda, se sumaron al imperio británico. En la parte occidental Alemania incorporó: Togo, Camerún, África del Sudoeste (actual Namibia)
El canal de Suez dio nuevo valor estratégico al cuerno de África. En 1862 los franceses compraron el puerto de Obock, origen del actual Djibouti y los ingleses ocuparon el norte de Somalía en 1885. Los italianos fracasaron en el intento de dominar Etiopía, fue el único país europeo derrotado militarmente por la resistencia de la población local. El emperador etíope Melinek II, embarcado en la unificación del reino, logró que el resto de las potencias le aseguraran su independencia a cambio de ventajas económicas. Italia recibió el sur de Somalia y Eritrea. Los italianos volvieron a Etiopía en 1935 bajo el gobierno fascista de Benito Mussolini y en esa ocasión lograron someterla.
En 1875, excepto África del sur, la presencia europea seguía siendo periférica, las
naciones occidentales controlaban únicamente el 10% por ciento del continente. En 1914 sólo existían dos Estados independientes: Liberia y Etiopía. Francia y Gran Bretaña fueron las principales beneficiadas por el reparto de África.
Numerosas economías autosuficientes quedaron destruidas. Los intercambios internos, como el caso del comercio transahariano y el de la zona interlacustre del África oriental y central, fueron desmantelados o subordinados. También se vieron afectados negativamente los vínculos existentes entre África y el resto del mundo en especial la relación con India y Arabia. A medida en que la economía colonial maduraba, prácticamente ningún sector de la sociedad africana pudo quedar al margen de los parámetros impuestos por los centros metropolitanos. Los Estados colonialistas se aliaron a los capitales privados en la coacción de la población y la explotación de los recursos. La economía colonial pasó a ser una prolongación de la de la potencia colonizadora, sin que ninguna de las decisiones económicas como ahorro, inversión, precios, ingresos y producción tuviera en cuenta las necesidades locales. Los objetivos de la colonización fueron, en su forma más pura, mantener el orden, evitar grandes gastos y organizar una mano de obra productiva a través del trabajo forzado o en formas apenas encubiertas de esclavitud. Este sojuzgamiento desató numerosos movimientos de resistencia. La guerra del impuesto de las cabañas en Sierra Leona, la revuelta bailundu en Angola, las guerras maji maji en el África Oriental alemana, la rebelión bambata en Sudáfrica, por ejemplo, testimonian con sus miles de víctimas el rechazo de los pueblos africanos. En todos los casos fracasaron ante la superioridad económica y militar de Occidente.
Carpetas docentes de Historia. FaHCE-UNLP
SIEMPRE HISTORIA, 06/10/2011
Soyez le premier à commenter